Construyendo momentos - XI
Se nos pasa el arroz, una Conversación (im)posible, dos colaboraciones y "El efecto aldea" de Susan Pinker.
»Soy Cuca Casado y estás leyendo Mis propias realidades, una newsletter en la que se construyen momentos que tienen su propio ritmo, sabor y devenir«
Una maternidad congelada
En La Gaceta de la Iberosfera hablo de la maternidad caduca y pospuesta en estos tiempos que vuelan:
La continua caída de la natalidad es una clara expresión de la desafección de la sociedad actual hacia los niños y hacia el valor que entraña la familia. Su ausencia en la experiencia cotidiana de las personas y la desaparición del deseo de maternidad-paternidad, en un grupo creciente de mujeres y hombres, son elementos importantes en el declive de la civilización. Se suele percibir el tener hijos como algo complicado e individual, como si no hubiese comunitaria y socialmente que garantizar la calidad de vida de los niños. Es cierto que no ayuda la precariedad laboral ni el no poder emanciparse, pero a las razones de índole económico y laboral se le suman otras más, cómo decirlo, significativas e indicativas del tipo de sociedad en el que nos hemos transformado. Los motivos que se dicen para aplazar la decisión de ser madre son variados: antes de los 30 se arguye que se es “demasiado joven”, cuando es la edad idónea biológicamente hablando. A partir de los 30 el motivo es no tener pareja (crisis amatoria). Por encima de los 39 años adquiere peso la salud para quedarse embarazada o llevar la gestación a término. Las circunstancias sociolaborales han propiciado, en parte, que se vaya asumiendo la no-maternidad como un deseo propio. Es decir, que nos hemos acomodado a los resultados de un conjunto de decisiones cuando muchas nos vienen dadas. Sin embargo, ¿hay otros motivos para retrasar la maternidad?
Conversaciones (im)posibles
La naturaleza perdurable de una carta se prestaba a un diálogo reflexivo y, de hecho, algunas de las conversaciones más valiosas de la historia fueron mediadas por el intercambio de cartas.
En esta ocasión, ha sido quien me hizo llegar su nueva correspondencia. Seguimos, con delicadeza y sin prisa, dando pinceladas en torno al amor:
El otro día vi por la calle a una pareja de ancianos que caminaba de la mano. Me pareció tierno, pero me vi pensando: ¿serán los últimos? No ellos, en su individualidad, sino su especie. Ese tipo de amor. El que no se extinguió con la juventud ni con la menopausia ni con el colesterol alto ni con la calvicie ni con el hartazgo de escuchar los mismos achaques durante décadas. El amor que llegó intacto, o al menos vivo, hasta la vejez.
Kaizen y El Rincón de Aquiles
He tenido la oportunidad de dejar mi semilla en dos newsletter que recomiendo tener como faros del pensamiento crítico.
Por un lado,
me invitó a y me propuso responder a una pregunta un tanto compleja:¿Cómo gestionamos la violencia como sociedad?
Aunque estamos habituados a delegar en el Estado y sus Cuerpos y Fuerzas de Seguridad el control de la violencia, nosotros como sociedad podemos aportar modos informales de control.
Y por otro lado, mi estimado
me invitó a para que hablara de lo que quisiera y escogí una cuestión con la que estoy íntimamente conectada: el placer y el dolor. Cuando no aceptamos una dosis de incertidumbre y contradicción, la frustración y el sufrimiento pueden hacer acto de presencia.No olvidemos que la vida siempre guarda un sufrimiento entre las sonrisas que habitamos.
El efecto aldea de Susan Pinker
Si hay una divulgadora que me acompaña en el día a día es Susan Pinker (hermana de Steven Pinker), psicóloga clínica y del desarrollo.
Desde que su libro La paradoja sexual. De mujeres, hombres y la verdadera frontera del género cayera en mis manos allá por 2010 mi vida profesional y personal adquirió nuevos matices relevantes para comprendernos como especie. Ya entonces ella alzó la voz cuestionando que las mujeres tengan que medir su éxito en la vida según parámetros masculinos, o sea, exclusivamente por lo lejos que llega en el mundo laboral o por el tipo de trabajos escogidos. La vida y mi desarrollo profesional hizo que tuviera la fortuna de conocerla (a su hermano, también) y compartir espacio de diálogo en Euromind —foro de encuentros sobre ciencia y humanismo en el Parlamento Europeo—, donde nos dio una conferencia magistral, que animo a ver, sobre Mujeres fuertes, hombres frágiles.
Posteriormente ha publicado El efecto aldea. Cómo el contacto cara a cara te hará más saludable, feliz e inteligente. Libro en el que evidencia, apoyándose en las ciencias y en estudios de campo (entrevistas), que para vivir más y mejor es necesario dedicar tiempo al contacto social real y que, como dice Teresa Giménez Barbat en el prólogo, «ser negligente en construir una red de afectos es al menos tan peligroso para la salud como fumar un paquete de cigarros al día, la hipertensión o la obesidad». Explica que los que invierten más en relaciones personales significativas, con mucho contacto social real, son personas más resistentes y tienen mejores defensas fisiológicas que los seres solitarios o que se relacionan con el mundo en mayor medida a través de Internet.
Sus trabajos demuestran la necesidad de aparcar los sesgos ideológicos, generalmente anclados en tópicos, para desarrollar políticas sustentadas en la evidencia científica. Trabajos que también arrojan luz a la cuestión de cómo gestionamos la violencia como sociedad.
Música que me ha acompañado mientras escribía
Es una lista de mi querida
, a la que vuelvo una y otra vez cuando busco refugio.Y hasta aquí por ahora…
Si te ha gustado házmelo saber.
Deambula libremente, escucha cuidadosamente y consume omnívoramente.