Construyendo momentos - III
La salud (ele)mental, "El huerto de una holgazana" de Pia Pera, una conversación (im)posible y entrevista en La Razón.
Salud (ele)mental
Cuestiones en torno a las enfermedades mentales, su estigma y la medicalización de la vida cotidiana.
En La Gaceta de la Iberosfera me animo a hablar de eso que llamamos Salud Mental, del estigma que las personas que padecen enfermedades mentales cargan, junto con su familia y allegados. Reflexiono en torno a la medicalización de la vida cotidiana, de cómo se psiquiatriza los contratiempos de la vida. Que no hay salud sin salud mental:
Tenemos que tener siempre presente que la salud mental está íntimamente relacionada con las circunstancias de la persona y las discriminaciones que la atraviesan. Que la desigualdad de ingresos parece ser un factor decisivo para determinar la salud mental de una sociedad. Que hay que valer los derechos y proteger a las personas que puedan ser objeto de abusos y estigmas, pero sin caer en el riesgo de generar etiquetas que marginen. Tenemos que tener en mente sistemas de atención con los que devolver a las personas el control de sus vidas y la capacidad para colaborar con sus semejantes, sin convertir a tales sistemas en un instrumento de sometimiento. Sistemas de atención que dispongan de medios para facilitar la recuperación de las personas cuya salud mental se ha visto alterada, pero evitando la comercialización de esos medios.
El huerto de una holgazana de Pia Pera
Confesiones de una aprendiz.
«En ocasiones la felicidad es demasiado intensa, desbordante, imposible de contener. Como ahora, ante el rojo rubí de las guindas contra el verde oscuro de las hojas».
En El huerto de una holgazana Pia Pera, descorazonada por el mundo académico, empezó a dedicarse a la lectura y a admirar la naturaleza, especialmente la vida floreciente en su propio jardín, sobre todo a medida que la suya propia se extinguía. Sitúa en primer término la importancia de los minuciosos cuidados del huerto (al que retrata como un maestro «que revelaba de forma despiadada las carencias de mi carácter, y que justo por eso iba a enseñarme a afrontarlas») para que el jardín luzca pletórico.
De valor humanista, pues pone en correlación la labor intelectual con ensuciarse las manos trabajando la tierra, empapándose de ella para hallar lo extraordinario en lo inadvertido: «No debemos olvidar que siempre hay un momento en que ni siquiera las cosas más sencillas nos resultan evidentes».
La acompañan en su empeño las palabras de literatos-pensadores que se aplica en su paciente cometido, tótems que van desde Yeats a Flaubert, pasando por Thoreau, Pasolini, Coetzee, Stendhal y San Francisco de Asís. Pero también las de autores-horticultores como Columela, Rudolf Borchardt, Frances Hodgson Burnett, Mario Howard y sobre todo Masanobu Fukuoka, cuya agricultura zen de la no acción impregna todo el volumen:
«No acción, no cultura, conciencia de que nada de lo hecho por el ser humano tiene valor a efectos de la felicidad. Fukuoka lo sabe. Halla la felicidad permaneciendo cerca de la naturaleza. Parecen principios austeros, extremos, y, sin embargo, siento que justo de ahí podría nacer una civilización liberada del mecanismo destructor innato a esta compulsión por el desarrollo». En su aprendizaje sobre cómo prosperan las plantas, Pera se hace consciente de que hay una parte importante en dejar a la naturaleza que siga su curso y conquiste su propia excelencia: «Donde no soy yo la que siembra, todo es puro esplendor».
Una escritura poética, en la que Pia cuida y mima a la hora de evocar los acontecimientos del (medio)ambiente con una conciencia plena y rebelde a las prisas impuestas:
«El agua cae del cielo como si no pesara. Nebulizada, oblicua, liviana como una bocanada de vapor en la ladera de la montaña. […] De vez en cuando, las ráfagas de viento gélido dan escalofríos. Rasgones de azul en un cielo plúmbeo. Manchas de verde joven que destellan en los campos oscurecidos por las nubes».
Conversaciones (im)posibles
Nueva carta de Sergio San Juan.
Sin duda, (casi) todas mis últimas reflexiones y pensamientos están contagiadas por este momento vital. Detrás de la idea de este cambio profesional intuyo un intento personal de huir de esa concepción del tiempo como una sucesión puntual de momentos sin relación, intuyo una oposición a ese flotar ingrávido de los instantes, intuyo una necesidad profunda de sentir que lo que hago sirve para algo más que para ganar dinero. Aspiro, sabiendo que es un ideal imposible, a la coherencia entre mis ideas y cómo vivo mi tiempo. La mayoría renuncia a sus ideales y cambia de ideas. Yo voy a intentar lo contrario: invertir mi tiempo en aquello que creo que merece más la pena, mientras mantengo mis ideales.
Entrevista en La Razón
Rebeca Argudo me entrevistó para hablar sobre los mantras lanzados desde instituciones como el Ministerio de Igualdad.
Ocho mujeres han muerto este mes de julio en España por violencia de género. Tradicionalmente, se da un repunte de casos en los meses estivales, especialmente en este séptimo. Tanto en 2018 como en 2019 fueron 9 las víctimas de este tipo de violencia en este mes, descendiendo a 4 en 2020, que fue el año de la pandemia. En 2021 fueron 6 y 3 en 2022. Este año vuelven a ser 8. La fluctuación en las cifras entra dentro de lo normal, siendo esas 3 de 2022 el dato inusual. Excepto en 2017 y 2013, que el número de víctimas descendió a 2 y en 2010 que subió hasta 10, lo habitual viendo las estadísticas es que en este mes oscilen las cifras entre seis y ocho. Es decir, que el incremento, pese a ser llamativo, desde el punto de vista estadístico no es en absoluto significativo. Ni siquiera lo es que sea julio un mes nefasto hasta ahora este año: en 2022 lo fue diciembre; en 2021 fue junio; en 2020, enero y agosto; en 2019, sí fue julio. No parece, coinciden en señalar los especialistas, que se pueda extraer un patrón temporal observando las concentraciones de casos o el llamado «efecto acumulación».
Música que me ha acompañado mientras escribía
Y hasta aquí por ahora…
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